Luis Treviño

Luis Treviño

Que Ondas! Que Ondas!! Bienvenido/bienvenida a mi pequeño mundoBiografía completa

 

Los hombres que no sabían piropear

Leí con interés a varios (y varias) indignados porque la semana pasada Tamara de Anda denunció ante un juzgado cívico a un taxista que le gritó “guapa”. La denuncia procedió como vejación, de acuerdo al artículo 23 de la Ley de Cultura Cívica. Por ser una falta administrativa, el señor podía pagar una multa o quedarse recluido una noche en el Centro de Sanciones Administrativas de la Ciudad de México, mejor conocido como el Torito. Se quedó en el Torito.

Entre los cuestionamientos por la acción de Tamara hay de todo. Que cómo es posible que en esta ciudad “un hombre ya no pueda decirle a una mujer qué piensa de su aspecto”. Que si la corrección política está atentando contra “el arte del piropo”. Que qué peligroso que “un acto de caballerosidad”, “un cumplido”, se pueda tomar como ofensa y -peor todavía- dé pie a una sanción.

Que la sanción sea un exceso es otro cuento. Acá en este texto, ya casi al final, Estefanía Vela aborda parte del debate sobre si la vía punitiva es la forma correcta de resolver o no el problema del acoso. Eso podemos debatirlo. Lo que de plano está muy de terapia colectiva es la confusión que traen muchos sobre lo que es una agresión y lo que es galantería. Y aunque a la mayoría de las mujeres pueda parecer obvio que un tipo que grita lo que piensa de ellas desde un auto en movimiento es lo primero y no lo segundo, hay gente convencidísima de que no es así.

 

Así que en atención a esos hombres y mujeres que todavía no entienden por qué no es un halago para la mayoría de las mujeres que les griten “guapa”, “chula”, “mamacita”, “qué rica estás”, o lo que sea por la calle, quiero dejar por aquí mi aportación para que vayamos clarificando algunos puntos sobre el tema y no tengamos que debatir todo desde el principio cada vez que se acosa a alguien.

Con ustedes Mi pequeño manual próximamente ilustrado para educar al pequeño machista que todos llevamos dentro, resultado de profundas cavilaciones por lo que me ha tocado y ahora le toca a mis hijas.

1. Repitan conmigo: gritarle algo a una mujer desconocida en la calle NO es un piropo ni LA forma de conquistarla

No le den más vueltas. El objetivo de un piropo es hacer sentir bien a la persona a quien se le dice. Gritarle a las mujeres que pasan frente a sus autos en los altos del semáforo no hace sentir bien a la mayoría de esas mujeres, no importa lo que griten. El asunto es que son unos desconocidos que están gritando. Y a la mayoría de las personas no les gusta que les griten. Habrá a quien sí, pero para no andar adivinando ni metiendo la pata es necesario conocer a la persona. Así que si a sus amigas les gusta que les griten de cosas está perfecto, porque son sus amigas y están de acuerdo. Pero si no las conocen y no saben cómo van a reaccionar, pues ni le muevan. Lo más probable es que no les guste.

2. Decir algo entre dientes y al oído a mujeres desconocidas mientras pasan junto a ustedes TAMPOCO es un piropo

Están invadiendo su espacio vital con “reconocimientos” que no han pedido ni son bien recibidos, básicamente porque son unos desconocidos. De nueva cuenta no –sólo- es lo que se dice, sino cómo se dice. La mayoría de las personas a las que se les acerque alguien desconocido a mascullar lo que sea al oído, o demasiado cerca, lo tomarán como un intento de intimidación e invasión de su privacidad. Porque eso es lo que es. Si sus amigas y las mujeres que conocen lo consienten, está bien, porque las conocen y ellas están de acuerdo. Si no las conocen no lo hagan, lo más probable es que no les guste.

3. Esa manera de “piropear” no es un arte, sépanlo

No sé en qué viaje o borrachera alguien se creyó eso, pero si no han preguntado a -ojo, aquí está la clave- la mujer que les gusta y que han buscado conocer lo que el joven activista medioambiental le preguntó a Lisa Simpson en su película, han fracasado como galanes: “¿Y tu nombre es tan bonito como tu rostro?”. Eso es un poema; los gritos o susurros no pedidos ni consentidos que invaden espacios vitales de personas desconocidas son guarradas, señores.

4. La mayoría de las mujeres NO salen a la calles esperando que desconocidos les digan lo que piensan de su aspecto

Primero, porque la mayoría no sale literal a ver quién se las liga, y menos con guarradas, ¿saben? Con honrosas excepciones –sí, pueden conocer en el Metro al amor de su vida, hay películas sobre el tema- la mayoría de las personas usa el espacio público para ir a sus trabajos, escuelas o lugares de diversión con la aspiración de transitar en paz y llegar con bien, sin deseos de ser “halagadas” ni menos importunadas por hombres a quienes no se tiene por qué estar obligadas a notar ni hacer caso.


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